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sábado, 2 de marzo de 2013

El paquete de CAP se alimentó del mito de los tigres asiáticos



Pueblo de Petare sufrió la represión de la IV República el 27-F
Pueblo de Petare sufrió la represión de la IV República el 27-F
Cortesía de ViVe Web/AVN
La fantasía promovida de los “tigres asiáticos” servía para decirle a la América Latina que se bautizaba en las aguas del neoliberalismo que se podía crecer, siempre y cuando las mayorías aprendieran a “apretarse el cinturón”.
Caracas,
Carlos Andrés Pérez planificó la toma de posesión de su segundo período de gobierno con fanfarrias que hicieron recordar la gran bonanza vivida en Venezuela en los años 70. Sin embargo, la historia del Gran Viraje tuvo muy poco que ver, en la práctica, con la tan esperada vuelta a la época del bienestar y la estabilidad añorada por los venezolanos de entonces.
La gala de dignatarios planetarios, celebrada en un espectacular Teatro Teresa Carreño, estuvo calculada desde un principio para un nuevo tiempo de la política, donde tenía una importancia casi sacramental eso que empezó a llamarse por entonces, en jerga tecnocrática, el “clima de confianza”.
Restablecer el “clima de confianza” para la inversión privada y extranjera era, según la receta que traían los “consejeros” del Fondo Monetario Internacional que se iban a incorporar al gabinete de gobierno, el paso decisivo para sacar al país de la larga crisis económica en la que se encontraba.
En una jugada que se medía por los efectos y maquillajes, el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez armó una súper de toma de posesión para devolverle al país su buena imagen ante los capitales que presuntamente no llegaban, decían los tecnócratas neoliberales, porque Venezuela había sido víctima, como el resto de los países latinoamericanos, de sus siete plagas históricas: populismo, demagogia, pobreza, autoritarismo, colectivismo, estatismo, revoluciones.
En un ambiente internacional que auguraba la victoria definitiva contra el “comunismo soviético” y la llegada del fenómeno del mercado internacional y la globalización (“un mundo, un mercado”, decía la consigna), la región latinoamericana asfixiada por la deuda externa, la quiebra de bancos, la hiperinflación (Perú, Argentina,, Brasil) y la devaluación constante de la moneda debía, según la proclama del Fondo Monetario Internacional, dar un “gran viraje”.
La fantasía neoliberal
¿Un viraje hacia dónde? Las necesidades de reinsertar a América Latina en el motor del capitalismo global pasaba por brindarle un modelo a seguir, casos “ejemplares” que sirvieran para justificar la severa agenda de cambios que se quería aplicar, es decir, darle a la población referencias concretas para asimilar la nueva cultura del reajuste económico o del “paquete” neoliberal, como después se le llamó.
En el zoológico de los organismos financieros multilaterales se encontraban como exóticas piezas del pujante capitalismo de relevo los llamados “tigres asiáticos”. La bella historia que se contaba de estos países (Hong Kong, Taiwan, Singapur, Malasia, Indonesia, Tailandia, Corea del Sur) parecía una oda al esfuerzo y los sacrificios más acérrimos en nombre del progreso económico.
La fantasía promovida de los “tigres asiáticos” servía para decirle a la América Latina que se bautizaba en las aguas del neoliberalismo que se podía crecer, siempre y cuando las mayorías aprendieran a “apretarse el cinturón”.
El milagro asiático había sido fruto, precisamente, de aquél apretarse el cinturón durante décadas. No en vano, el politólogo Samuel Huntington describía que sólo una “ética de Confusio” podía explicar la templanza de esos pueblos tan dados al trabajo y al ahorro en proporciones excesivas (y que resultó tan efectiva para la implantación de maquilas).
En la jerga macroeconómica que se puso tan de moda en aquella época, los tigres asiáticos eran los campeones del crecimiento económico (su tasa del PIB estaba alrededor del 9%), tenían dos décadas recibiendo grandes inversiones extranjeras, manteniendo tasas de inflación muy bajas, grandes niveles de ahorro y el valor de una moneda que les permitía seguir captando el flujo del capital trasnacional. ¿Qué más se le podía pedir?
Los tigres asiáticos fueron, de esta manera, el ejemplo que necesitaba la tecnocracia latinoamericana para imponer con mano de hierro sus programas de ajuste económico. La receta, macerada en el zoológico del FMI y el Banco Mundial, se basaba en que el Estado debía estrechar la cooperación con la empresa privada (promoverla, abrir mercados, privatizar, estimular la inversión), debía intervenir financieramente en la economía (garantizar el crédito al sector privado, mantener una política cambiaria atractiva que beneficiara la inversión) y crear, como dice el Premio Nobel de Economía 2008, Paul Krugman, “una burocracia tecnócrata con mentalidad consejera”.
Crecimiento con represión
Cualquier parecido con la realidad venezolana del período de CAP II no es pura coincidencia. La Carta de Intención que Venezuela firmó con el FMI un día después del Caracazo, un 28 de febrero de 1989, apuntaba precisamente a lograr estos objetivos: restricción del gasto público (con miras al ahorro), devaluación y cambio flotante de la moneda (para atraer la inversión foránea), reducción de los controles de precios, de subsidios y liberación de las tarifas de los servicios públicos, protección a la inversión extranjera, apertura a las importaciones.
Si se recuerda a la plana ministerial de clara formación tecnocrática que tuvo el gobierno de Pérez (Miguel Rodríguez, Gérver Torres, Moisés Naim, Gabriela Febres Cordero, el banquero Pedro Tinoco) podría decirse que el gobierno había puesto a sus mejores consejeros para que la empresa privada nacional e internacional, en un “ambiente de plena confianza”, se sintiera a sus anchas en Venezuela.
Lo que no se decía de los tigres asiáticos era lo mismo que se ocultaba del llamado “milagro chileno”: que las recetas del sostenido crecimiento económico sólo podían imponerse con regímenes de gobierno dictatoriales o sumamente autoritarios que pudieran aplacar la conflictividad social que los distintos paquetes económicos generaban. La fórmula del crecimiento con represión fue aupada en la Indonesia del dictador Suharto, en la Singapur del sempiterno Primer Ministro Lee Kuan Yew o en el Chile de Augusto Pinochet.
El argentino Claudio Uriarte describió en aquellos años esta amalgama de crecimiento con represión: “son países-ejército de dictaduras fuertes y ciudadanos sumisos donde el fuerte control social garantiza una eficiencia impar y la sumisión genera unas economías relucientes de diseño aerodinámico”.
La catástrofe neoliberal
En su libro De vuelta a la economía de la Gran Depresión (2009), Paul Krugman describe bien “el mito de los tigres asiáticos”. Allí el Premio Nobel explica que la fórmula asiática lo que produjo fue, en la práctica, un tipo de “capitalismo clientelista” que favorecía los negocios privados por sobre los intereses públicos. “Los tigres asiáticos disfrutaban de una cercanía sin inhibiciones entre las élites empresariales y el gobierno. Esto generó un ambiente de corrupción y favoritismo empresarial”.
El economista norteamericano John Edmunds, a la vuelta de 20 años, afirma que el ciudadano común piensa hoy que los milagros económicos de los asiáticos fueron en realidad un mito occidental. “Una cortina de oro que oculta la cotidiana realidad de las fábricas que explotan a sus empleados y habla de peligrosas condiciones de trabajo”.
Lo cierto es que el aparato de propaganda que sirvió para vender el mito de los tigres asiáticos, aupado por las élites tecnocráticas en América Latina, se desmoronó estrepitosamente en 1997, cuando se derrumbó la moneda de Tailandia y como un gigantesco castillo de naipes, lo que fuera “el sueño del capitalismo de relevo” se convirtió en una gigantesca región en ruinas.
Países que disfrutaban de las bondades de la especulación financiera internacional terminaron prácticamente quebrados. En 1996 entraron capitales por el orden de los 96.000 millones de dólares a naciones como Tailandia, Malasia, Corea del Sur y Filipinas. Al año siguiente, cuando explotó la crisis (que también se manifestó como una gigantesca burbuja inmobiliaria, al igual que la crisis de Estados Unidos y Europa en la actualidad) apenas entraron 12.000 millones de dólares.
Los estallidos sociales y las crisis económicas asociadas como “el efecto Tequila” (México, 1994), la crisis de los tigres asiáticos (1997) y la crisis rusa de 1998 se encargaron de desmentir la fantasía bondadosa de los paquetes neoliberales.
Lo que ha quedado a la vuelta de dos décadas de experiencia tecnocrática y neoliberal es un alarmante aumento de la desigualdad, la pobreza y la exclusión en todo el planeta.

Un 27 de febrero Venezuela despertó para siempre

A 24 años del Caracazo

El pueblo se expresó contra el paquetazo neoliberal
El pueblo se expresó contra el paquetazo neoliberal
CORTESÍA DE ViVe Web/ Abrebrecha
Las cadenas mediáticas criminalizaron la protesta popular: “Ola de violencia, saqueos y disturbios”. Titulaban.
El 27 de febrero del año 1989, un glorioso pueblo despertó, después de muchos años de ser engañado, de ver como la burguesía se hacía más rica a cambio del hambre del venezolano, de cómo siendo mayoría veían a los gobiernos desangrar a una patria que ya tenía 175 años de haber sido libertada por el padre de la patria Simón Bolívar y los próceres. Ese pueblo trajo el espíritu de lucha de esos hombres y mujeres, lo sembraron en su alma y acabaron con el miedo, enfocados en romper con las cadenas que el fascismo y la dictadura puntofijista les había colocado los últimos 30 años.
El día 26 de febrero de 1989, a sólo tres semanas de la toma de posesión en su segundo período, Carlos Andrés Pérez (CAP) se quitó la máscara de candidato y mostró su realidad de títere del Imperio estadounidense y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Quiso imponer medidas económicas neoliberales que le permitirían apoderarse de la riqueza de nuestro petróleo y llevar al pobre al abismo sin recuperación, con lo cual demostraron lo indiferente que era su gobierno ante las problemáticas del pueblo.
La mañana del 27 de febrero, en la ciudad de Guarenas, estado Miranda, el pueblo retomó la pasión guerrera y comenzaron las protestas, ya estaba el precio del pasaje y la gasolina un 30% más alto, y comenzaron a reclamar con derecho la falta de respeto hacia Venezuela. Ya pasado el mediodía, en más de siete ciudades de todo el país brotaba el clamor por la justicia, se podía ver cómo miles de personas se sumaban a la lucha reivindicativa, exigiendo mejor calidad de vida, salud, seguridad, educación digna, vivienda, empleo y salarios justos, pero el clamor mayor era la libertad, la independencia arrebatada por AD y COPEI desde el 58 y sobretodo respeto.
Los medios de comunicación rendidos a los pies del gobierno adeco, titularon en su mayoría: “Ola de violencia, saqueos y disturbios”; “Estallidos de violencia sospechosamente localizados con incendios, saqueos y heridos”; “Protesta convertida en incontrolable ola de violencia”; “Protestas degeneradas en alteración del orden”. Es de resaltar dos palabras claves en estos titulares y es la descripción en su totalidad de lo que le habían hecho al pueblo, eso que encendió la mecha, que los convirtió en un huracán de vida y deseo, vivir mejor y recibir lo que merecían.
El pueblo no saqueaba, sólo recuperaba lo que le saquearon por muchos años, no era violento, se defendía de la represión más violenta puesta en marcha por un gobierno elegido por el soberano. En el libro Desaparición Forzada, sus autores, Yahvé Álvarez y Oscar Battaglini, señalan  que las acciones por parte del gobierno de CAP el 27 de febrero alcanzan proporciones que las acercan al más brutal genocidio de la historia venezolana.
Aun no existen cifras fiables de fallecidos en el estallido social del 89, se manejan las oficiales para la fecha, de menos de 400 asesinados, y las que más se asemejan con lo sucedido, un poco más de 3000 desaparecidos, estas últimas se basan en denuncias que presentaron las ONG de familiares de los héroes del 89, así los llamaremos porque “los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”.
Este espacio en la historia de Venezuela, demostró  a gobernante alguno elegido para llevar las riendas de nuestro país, que no existía miedo en el pueblo, si eran capaces de hacerlo presidente, tenían el guáramo para reclamar sus derechos y hasta sacarlo, además dejaron claro que estos hechos, sólo eran la manera de revivir las luchas independentistas de nuestros próceres, ejecutadas por un pueblo defraudado, en busca del vivir bien, el poder hacer de este país una Patria grande.

24 años después de este hecho histórico, se puede decir que el pueblo venezolano despertó de los engaños de la cuarta república. “El Caracazo” no sólo fue una respuesta a esas medidas, sino también la expresión popular que no tenía forma de canalizar su descontento ante la corrupción generalizada y la crisis generada por los gobiernos de la democracia representativa.
En el año 1998 Venezuela comenzó a vivir la Independencia perdida, con la llegada del comandante presidente Hugo Rafael Chávez Frías y el Socialismo del siglo XXI, el pueblo más nunca pensará en un estallido social, nunca más vivirá bajo el yugo de gobernantes que ejecuten medidas contra el pueblo, la Revolución Bolivariana está dedicada en su totalidad a entregar al pueblo las decisiones importantes, a que tengan una vida plena y dejemos un pías mejor a nuestros hijos.
Es importante destacar que el caso de El Caracazo no está cerrado. La fiscal general Luisa Ortega Díaz dijo: “Considero que no se puede cerrar un hecho tan importante” que, a criterio del Ministerio Público (MP), “es la masacre más grande que ha ocurrido durante la democracia representativa”, sostiene Ortega Díaz, en entrevista con el Correo del Orinoco.

Medidas económicas de Chávez no son un “Paquetazo”
Hoy, como siempre la oposición venezolana quiere desvirtuar lo que el Gobierno Bolivariano viene haciendo a favor del pueblo, han tomado como referencia y han comparado las medidas económicas neoliberales del año 1989 con lo que el Comandante Presidente Hugo Chávez ha autorizado en los últimos días; medidas que benefician al pueblo a través del fortalecimiento de las reservas internacionales.
Nelson Merentes, presidente del Banco Central de Venezuela indicó que las nuevas medidas económicas permitirán fortalecer las reservas internacionales. La nueva medida consiste en una reforma a la Ley de Contribución Especial por Precios Extraordinarios y Exorbitantes en el Mercado Internacional de Hidrocarburos.

Por su parte, el vicepresidente  de Venezuela, Nicolás Maduro; ha insistido en  que las medidas tomadas son el firme propósito de dar un alto a la especulación, con la finalidad de garantizarle al pueblo el acceso a la alimentación, bienes y servicios, a pesar de la crisis económica mundial que se vive especialmente en Estados Unidos y Europa.
Esto es sólo una muestra de las buenas decisiones que ha venido tomando el Gobierno Bolivariano de Venezuela, como siempre pensando en el bien del pueblo y para el pueblo, no como lo quiere hacer ver la derecha golpista, que apuesta al daño de la Nación, escondiendo los productos y especulando en los precios, para crear zozobra en la población.
Pero ya eso se acabó, desde aquel 27 de febrero de 1989 Venezuela despertó para siempre, como lo dijo el Comandante Chávez, el “Caracazo  fue el fin” y el comienzo de una era Socialista y Revolucionaria, que los venezolanos y venezolanos creyentes en este proceso de transformación, luchan por seguir manteniendo la Patria grande que todos queremos; Viviremos y Venceremos.