domingo, 14 de octubre de 2012

EL SECRETO DE LA SABIDURIA





Hace años, muchos años, aunque soy incapaz de precisar cuántos. Mi memoria ya no es lo que fue en tiempos. Me contaron que había un hombre, o una mujer, tampoco podría precisar este dato, que estaba considerado el más sabio del mundo.
Yo era por entonces un joven con unas ansias casi desmedidas de aprender, creía, y todavía creo, que sólo el saber podría hacerme feliz, y libre, y bueno. Por eso emprendí el camino hacia las tierras donde me dijeron que vivía.
Tardé meses. No quise hacer el camino en avión, ni en tren, ni en coche, lo hice andando, necesitaba tiempo para pensar, para saber cuales serían mis preguntas cuando por fin estuviese en su presencia.
Finalmente un día, al fondo de la senda por la que caminaba, apareció ante mis ojos una casa, pequeña, casi oculta por un grupo de árboles.
Me acerqué y estaba allí, en el porche, sentado en una vieja mecedora, con la mirada perdida.
De nada me sirvió cuanto había pensado en los meses de camino, casi sin saludar comencé a preguntarle.

- ¿Dónde has conseguido tanta sabiduría? ¿has ido a las mejores universidades?
Y él, apenas con un susurro me contestó:
- No.
- ¿Entonces habrás tenido los más sabios y doctos maestros?, le dije atropelladamente.
Y de nuevo un susurro cálido salió de su boca para decir:
- No.
- ¿Habrás leído todas y cada una de las grandes obras, y miles de libros sobre todas y cada una de las materias?.
Y sin que su voz denotase cansancio o molestia por mis preguntas de nuevo me dijo:
- No.
- ¿Entonces cuál es el secreto de tu sabiduría?, le pregunté, dudando ya de que la respuesta me satisficiese.
Él me miró directamente a los ojos, y con una sonrisa me dijo:
Éste. No he hecho otra cosa que escuchar a cuantos vinieron a mi puerta, como hoy has venido tú, y aprender de cuanto ellos me contaron. Escuchar.

Publicado por Román Sáez Vallés

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