viernes, 21 de diciembre de 2012

Papá Noél:


El gran protagonista de nuestra actual Navidad es Papá Noel. Fue obispo de Asia Menor en el s. IV, santo en buena parte de Europa desde la Edad media, y gnomo en el Nueva York de mediados del s. XIX. El proceso de metamorfosis, que llevó al obispo Nicolás de Asia Menor, al gordinflón barbudo vestido de rojo y blanco, que le trae regalos a los niños, es tan o más fantástico y apasionante que su propia leyenda.

San Nicolás vivió durante el s. IV en Ptara, en el sudoeste de la actual Turquía. Fue ordenado sacerdote de joven y, falleció siendo arzobispo de Myra. Fue llamado obispo de los niños, por su amor a los pequeños, y se hizo muy popular por su gran generosidad y amabilidad para con los más necesitados y los niños, a quienes hizo beneficiarios de su fortuna personal. Su fama se extendió mas allá de las fronteras de su región y comenzó a ser protagonista de gran cantidad de leyendas. Se le atribuyeron, desde salidas nocturnas para repartir regalos entre los necesitados, hasta milagros como calmar una terrible tempestad o resucitar a un marinero egipcio. Pero su fama se extendió cuando sus huesos fueron robados de Myra, por unos marineros que lo llevaron a la ciudad italiana de Bari. Apenas llegado, ya empezó a obrar milagros y su fama voló como el viento por toda Europa.

Desde mediados del s. XIII San Nicolás repartía los regalos y juguetes durante la noche del 5 al 6 de diciembre, pero tras la Contra Reforma católica (1545-1563), surgió otro personaje, Christkind, el niño Jesús, que repartiría regalos en el día de Navidad. El avance de la tradición de los regalos del niño Jesús, forzó a que San Nicolás pasara a entregar sus regalos el día 25. La adorable misión de repartir regalos a los niños en Navidad fue adop-tada por toda Europa, y el personaje encargado de hacerlo, fue desarrollándose a partir de la figura básica del San Nicolás medieval, mezclada con las diferentes leyendas locales (como los gnomos, el padre invierno nórdico, la bruja buena italiana y muchos otros más). Pero nuestro gordinflón actual vendría de la mano de holandeses y neoyorquinos.

La tradición de San Nicolás arraigó de forma especialmente intensa en Holanda, a partir del siglo XIII. Se le llegó a nombrar santo protector de Amsterdam.

Por aquellos días y lugares, se lo representaba vestido con ornamentos eclesiásticos, con barba blanca, montando en un burro, y llevando un saco o cesta con regalos para los niños buenos, y un manojo de varas para los niños desobedientes. Más tarde, hacia el siglo XVII, solía llegar en un barco llamado Spanje (España), esta ves con un caballo blanco, siempre acompañado por su fiel sirviente musulmán Zwarte Piet (Pedro el Negro), un siempre sonriente personaje que llevaba un saco lleno de golosinas, que era lo suficientemente grande como para que, cuando se quedara vacío, pudiera meter en él a todos los niños que se habían portado mal durante el año y se los llevaban a España (un castigo horrendo para la época, ya que estaban en guerra con este país).

Esta tradición familiar de San Nicolás, traspasó el Atlántico, en el s. XVII, junto a los colonos holandeses que se instalaron en la prometedora costa este de Norteamérica. Los holandeses fundaron Nueva Amsterdam, en la isla de Manhattan, que luego sería Nueva York. En este traspaso, Pedro el Negro se quedó en el continente, ya que desaparece de los festejos posteriores.

Washington Irving, amante del folclore europeo, escribió su Historia de Nueva York en 1809, en la que describe la supuesta llegada del santo, cada víspera de San Nicolás (6 de enero). Los describe ya sin ropas de obispo y sin el caballo blanco para llegar en un corcel volador. Fue tan popular a raiz de este relato, que todos, incluso los colonos ingleses, festejaron la celebración holandesa. El nombre fué derivando de San Nicolás, Sinterklaas o Sinter Klaas hasta acabar siendo pronunciado como Santa Claus por los angloparlantes. El siguiente paso en la transformación definitiva de San Nicolás en Santa Claus ocurrió el día 23 de diciembre de 1823, cuando apareció un poema en un diario de Nueva York, titulado Un relato sobre la visita de San Nicolás. Recién en 1862, se supo que lo había escrito Clement C. Moore, profesor de estudios bíblicos en Nueva York. En este poema se ensalzó el componente mágico del San Nicolás de Irving y lo hizo más creíble. Cambió el trineo tirado, por un caballo volador por uno tirado por renos. Lo describió como un tipo alegre, rechoncho y de pequeña estatura, asimilándolo a un gnomo.

Y lo más decisivo, fue que Moore situó la llegada de Santa Claus, en la víspera de Navidad. La imagen del gordo Santa Claus la detalló al máximo el dibujante Thomas Nast, que por Navidad publicó ilustraciones de Santa Claus en la revista Harper´s de 1860 a 1880, siempre todo esto ocurre en Nueva York. Nast añadió detalles como ubicar el taller de Santa en el polo norte, y su vigilancia sobre los niños buenos y malos de todo el mundo. Él le dió el color rojo y el vestuario de pieles.

A fines del s. XIX y principios del XX la costumbre del San Nicolás reinventado en Nueva York, se fue extendiendo por casi toda Europa. Fundó sus bases en Gran Bretaña, llamándose allí, Father Christmas o Padre Navidad. De ahí pasaría a Francia, en donde adoptaría el nombre de Père Noël o papá Navidad, del cual deriva Papá Noel, como se lo conoce en nuestro país, en España y gran parte de Hispanoamérica. En realidad no hizo mas que readaptarse a las antiguas costumbres de San Nicolás u otros repartidores de regalos locales.

Pero finalmente fue Coca-Cola la que le dió su actual aspecto en el año 1931. Esta empresa le encargó a Habdon Sundblom, que remodelara el Santa Claus de Thomas Nast, para la campaña publicitaria de Navidad de ese año. Creó un Santa Claus más alto, todavía más gordinflón, aunque más simpatico, con un rostro bonachón, de ojos pícaros, chispeantes y amigables, con pelo blanco y larga barba y bigote, también blancos, sedosos y agradables. La vestimenta mantuvo los colores rojo y blanco, que son los de la compañía, pero su traje se hizo más lujoso y atractivo.

A la imaginación de todas estas personas y pueblos, debemos nuestro actual repartidor de regalos. Todos sabemos que vive en el Polo Norte, con muchos duendes que lo ayudan a fabricar todos los regalos que le piden los niños del mundo, y que reparte los regalos en un trineo volador tirado por siete renos, que se llaman Bailarín, Saltador, Zalamero, Bromista, Alegre y Veloz, todos ellos liderados por Reno, el de nariz roja, que fue el último en integrarse al grupo. Nadie pone en duda que este trineo pueda volar, ya que Papá Noel siempre echa delante del mismo el misterioso polvo de estrellas, que facilita su deslizamiento por el aire.






Por: Martín Cagliani. bigoc@hotmail.com


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