Se les dijo, por ejemplo, que no especularan con la enfermedad del presidente Chávez y fue lo primero que les dicen y lo primero que hacen. No se controlan. Es molesto para casi todo el mundo que se juguetee con la salud de nadie, sobre todo si se trata del cáncer, como si esa enfermedad atacara solo a chavistas. Pero a esta dirigencia no le importa, lo que expone a las claras su calidad humana.
Otro sí hacen demagogia de la más barata, que si Eloísa, que si «suapara», «empanadas con carne adentro», confundir Chivacoa con Coquivacoa, etc. No pegan una porque están hechos de mentiras.
Y luego dicen que ganaron, que 3 es más que 20 o que hubo fffRRRaude. Es decir, el gobierno hizo fffRRRaude en los 20 estados en que ganó, pero se le olvidó hacerlo en los tres en que perdió.
Nicolás Maduro ha caracterizado a la derecha venezolana de pantallera, porque solo hace campaña por televisión. Y cuando van a los barrios solo llegan a provocar, a agredir, a disparar, a maltratar periodistas, sobre todo si son mujeres.
Siguen insistiendo en el comunismo, que nunca llega, como la macaurel de Teodoro. Ya el fantasma del comunismo no solo recorre Europa, sino los barrios de Caracas. Te van a quitar los hijos, la carnicería, el abasto, la panadería. Se dirigen sobre todo a la pequeña burguesía siempre asustadiza, pero que no produce votación masiva. Pero es lo único que les resulta, porque todos tenemos por dentro un «burgués pequeñito pequeñito», como el nombre de una famosa película italiana de Mario Monicelli, Un borghese piccolo piccolo. Pero como el chico que gritaba «¡ahí viene el lobo!», cada día tienen menos credibilidad. Son ya 14 años repitiendo lo mismo. Es como demasiado, ¿no? Solo les cree quien les quiere creer.
Porque mienten obsesivamente. Que hay más pobreza y precisamente a los pobres les consta su disminución. Que hay más desempleo y los empleados saben que no es verdad. Que hay una mamazón y lo dicen en centros comerciales abarrotados de consumistas. Observa a Julio Borges, es de los peorcitos.
Alguien ha caracterizado a la oposición de borbónica, porque ni olvida ni aprende. Es neurótica, es maniática, es bipolar. De la euforia pasan a la depresión sin transición, de un solo golpe. Y viceversa. Antes de las elecciones andan como el Dr. Smith de Perdidos en el espacio cuando adquiere un poder: arrogante y despótico. Pero apenas lo pierde, como esta oposición después de cada derrota, se vuelven larvas anímicas, con estrés postraumático electoral. Después del Referendo Revocatorio de 2004 vi urbanizaciones en que apagaron las luces a las 8 de la noche. El 16 de diciembre recorrí Caracas en la noche: el este del Este estaba de luto, mientras en los barrios el pueblo celebraba con fuegos artificiales y bailes.
Así, pues, no me cabe duda, objetivamente hablando, de que les gusta perder. Oposición pantallera. Y masoquista.
hernandezmontoya@hotmail.com
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