El Cuarto Concilio Ecuménico, tuvo lugar en el 451, desde Octubre 8 hasta el 1 de Noviembre, en Calcedonia, una ciudad de Bitinia en Asia Menor. Su principal propósito fue defender la doctrina Católica ortodoxa en contra de la herejía de Eutiques y los Monofisistas, aunque la disciplina eclesiástica y la jurisdicción también ocuparon la atención del Concilio. Por un pequeño margen se había condenado en el Concilio de Éfeso, en el 431, por un margen pequeño la herejía de Nestorio acerca de las dos personas en Cristo, cuando el error opuesto a esta herejía apareció. Puesto que Nestorio totalmente dividió lo divino y lo humano en Cristo, de tal forma que pensó en la existencia de dos seres en Cristo, llegó a ser de la incumbencia de sus opositores enfatizar la unidad de Cristo y mostrar al hombre - Dios, no como dos seres sino como uno. Algunos de sus oponentes, en sus esfuerzos para mantener la unidad física de Cristo, sostuvieron que las dos naturalezas existentes en Él, la divina y la humana, estaban tan íntimamente unidas que llegaban a ser físicamente una, puesto que la naturaleza humana era completamente absorbida por la divina. Así resultaba un Cristo, no solo con una sola personalidad sino también con una sola naturaleza. Después de la Encarnación, dijeron ellos, ninguna distinción podía hacerse en Cristo entre lo divino y lo humano. Los principales representantes de esta enseñanza fueron Dioscoros, patriarca de Alejandría, y Eutiques, un archimandrita o presidente de un monasterio fuera de Constantinopla. El error Monofisista, tal como fue llamado (del griego mono physis, una sola naturaleza), reclamó la autoridad de San Cirilo, a causa de las imprecisiones en algunas expresiones del gran profesor de Alejandría.
El error de Eutiques primero fue advertido por Domnus, patriarca de Antioquía; Eusebio, Obispo de Doryleum (Frigia), prefirió hacer una acusación formal en contra del primero, en un sínodo en Constantinopla en Noviembre de ese año. Esta junta declaró como materia de fe que después de la Encarnación, Cristo tenía dos naturalezas en una hipóstasis o persona, luego que Él era uno solo, un solo Hijo, un solo Señor. Eutiques, quien se presentó antes de este sínodo, protestó afirmando lo contrario, que antes de la Encarnación, existían dos naturalezas, pero que después de La Unión solo hubo una naturaleza en Cristo, y que la humanidad de Él no era de la misma esencia que la nuestra. Esas afirmaciones fueron encontradas contrarias a la ortodoxia cristiana. Eutiques fue depuesto de sus cargos, excomulgado y privado de su posición en el monasterio. Él protestó y apeló por una restitución al Papa León I (440 - 461), a otros distinguidos Obispos, y a Teodosio II. El Obispo Flaviano de Constantinopla, informó al Papa León y a otros Obispos de lo que había ocurrido en su ciudad. Eutiques ganó la simpatía del emperador, a través de los representantes de los monjes y los de Dióscoros, patriarca de Antioquía; el emperador fue inducido a convocar un nuevo Concilio en Éfeso. El Papa León, Dióscoros, y varios Obispos fueron invitados a asistir e investigar de nuevo la ortodoxia de Eutiques. El Papa no pudo ir, pero envió a tres delegados como sus representantes y portadores de cartas a personajes prominentes de Oriente y al inminente sínodo.
Entre esas cartas, todas las cuales llevan la fecha 13 de Junio del 449, está una conocida como "Epístola Dogmática" de León I, en la cual explica el misterio de la Encarnación, con referencia especial a las preguntas elevadas por Eutiques. Así, él declaró que después de la Encarnación, que fue adecuada a cada naturaleza y substancia en Cristo, permanecieron intactas, ambas unidas a una única persona, de tal forma, que cada naturaleza actuaba de acuerdo con sus propias cualidades y características. El Papa no dudó en condenar a Eutiques y su doctrina. El Concilio se celebró en Éfeso, en Agosto del 449. Sólo a los amigos y simpatizantes de Dióscoros y Eutiques se les permitió tener voz. El patriarca de Alejandría presidió e ignoró a los delegados papales, y no permitió que se leyeran en la asamblea las cartas del Papa León, incluyendo la "Epístola Dogmática". Eutiques fue declarado ortodoxo y reinstalado en su sacerdocio y oficio monástico. Por otro lado, Flaviano de Constantinopla y Eusebio de Doryleum fueron depuestos. El primero fue exilado, y murió podo después a consecuencia del maltrato, y le sucedió el diácono Anatolio, simpatizante de Dióscoros. Debido a la extrema violencia de Dióscoros y sus simpatizantes, esta asamblea fue denominada por León I el "Latrocinio" o Concilio de Éfeso del Robo, nombre que se ha asociado a él.
Teodosio II, quien simpatizó con Eutiques, aprobó estos actos violentos; León I, por otra parte, cuando fue completamente informado acerca de lo ocurrido en Éfeso, en un sínodo en Roma y a través de varias cartas, condenó todas las Actas del Concilio así llamado. Rehusó también a reconocer a Anatolio como Obispo oficial de Constantinopla, al menos hasta que pudiese dar explicaciones satisfactorias acerca de sus creencias. Al mismo tiempo, exigió al emperador convocar de nuevo a un Concilio en Italia, para enderezar los errores cometidos en Éfeso. Como razón especial para la oportunidad, y aún, necesidad, de este nuevo Concilio, alegó la apelación del depuesto Flaviano de Constantinopla. Teodosio sin embargo, declinó satisfacer los deseos del Papa. En esta etapa, la repentina muerte del emperador (28 de Julio del 450) cambió de una la situación religiosa del Oriente. Teodosio fue sucedido por su hermana Pulqueria, quien ofreció su mano y con ella el trono al valiente general llamado Marciano (450 - 457). Ambos se opusieron a la nueva enseñanza de Dióscoros y Eutiques, y Marciano de una informó a León I de su voluntad para convocar a un nuevo Concilio, de acuerdo al deseo del Papa.
Mientras tanto, la situación había cambiado. Anatolio de Constantinopla, y con él, muchos otros Obispos, condenaron las enseñanzas de Eutiques y aceptaron la epístola dogmática del Papa León I. Cualquier otra discusión respecto al Dogma de Fe parecía superflua. Europa Occidental, mientras tanto, estaba en estado de agitación debido de los Hunos bajo Atila, por cuya razón, la mayoría de los Obispos Occidentales no podían asistir al Concilio convocado en el Oriente. León I en consecuencia, se manifestó en varias ocasiones contra un Concilio y escribió en este sentido al emperador Marciano, la Emperatriz Pulqueria, Anatolio de Constantinopla y Julian de Cos; todas esas cartas llevan la fecha Junio 9 del 451. El 17 de Mayo del 451, Marciano emitió un decreto, en nombre también del emperador Valentiniano III (425 - 455), ordenando que todos los Obispos metropolitanos, con sus Obispos diocesanos, se reunieran en Septiembre de ese año en Nicea, Bitinia, para un Concilio general que tenía el propósito de poner en orden las materias de fe recientemente puesta en duda.
Insatisfecho con esta acción, el Papa, sin embargo, estuvo de acuerdo en enviar sus representantes a Nicea. Designó como delegados a Pascasio, Obispo de Lilybeum, (Marsala) en Sicilia, Lucencio, también un Obispo, Julian, Obispo de Cos, y dos sacerdotes, Bonifacio y Basil; Pascasio debía presidir el cercano Concilio en lugar del Papa. Del 24 al 26 de Junio del 451, León I escribió varias cartas, al emperador Marciano, a su delegado Pascasio, a Anatolio de Constantinopla, a Julian de Cos, y al sínodo mismo; en las que expresaba el deseo que los decretos de la asamblea debían estar conformes con sus enseñanzas, expuestas en sus epístolas dogmáticas. También se dieron instrucciones detalladas a los delegados papales, con guías para el Concilio; estos documentos, sin embargo, se han destruido, con la excepción de dos fragmentos preservados por las Actas del Concilio. En Julio partieron para su destino. Muchos Obispos llegaron a Nicea durante el verano, pero la apertura de la asamblea se pospuso debido a la dificultad del emperador para estar presente. Finalmente, a disgusto de los Obispos, en quienes crecía el disgusto por la demora, Marciano solicitó su presencia en Calcedonia, vecina de Constantinopla. Lo que así se hizo, dando comienzo el Concilio el 8 de Octubre.
Con toda probabilidad, se hizo un informe oficial de las reuniones durante el Concilio mismo o un poco después. Los Obispos reunidos informaron al Papa que una copia de todas las Actas se le haría llegar en Marzo del 453. El Papa León I, ordenó hacer, a Julián de Cos, que estaba en Constantinopla, una colección de todas las Actas y traducirlas al latín. Existen aún versiones muy antiguas de ellas en griego y latín. La mayoría de los documentos, especialmente las minutas de las sesiones, se escribieron en griego; otras, por ejemplo las misivas imperiales, fueron publicadas en ambas lenguas; otras, por ejemplo, las cartas papales, fueron escritas en latín. Eventualmente, casi todas ellas fueron traducidas a ambos idiomas. La versión latina, conocida como "versión antigua", fue probablemente hecha hacia el 500, tal vez por Dionisio el Exiguo. Hacia mediados del siglo sexto, el diácono romano Rústico cuando estaba en Constantinopla con el Papa Vigilio (537 - 555), hizo numerosas correcciones, ya en Constantinopla o Calcedonia, a la "versión antigua", luego de compararla con la versión griega de las Actas, principalmente aquellas del monasterio "Acometae".
Hay numerosas discrepancias en los diversos textos de las Actas, respecto al número de sesiones desarrolladas en el Concilio de Calcedonia, lo mismo en los historiadores de él, ya sea porque los manuscritos estén incompletos o porque dichas personas callaron acerca de las sesiones que trataron temas secundarios. De acuerdo al diácono Rústico, fueron dieciséis sesiones; esta división es comúnmente adoptada por los estudiosos, incluyendo el Obispo Hefele, el erudito historiador de los concilios. Si todas las reuniones independientes se contaran, habría cerca de veintiuna; varias de esas reuniones, sin embargo, se consideran suplementarias a las sesiones previas. Todas se llevaron a cabo en la iglesia de Santa Eufemia Mártir, fuera de la ciudad, en dirección opuesta a Constantinopla.
No se conoce el número exacto de los Obispos presentes. En una carta a León I, el sínodo mismo habla de 520, aunque el Papa habla de 600, aunque una estimación habla de 630, incluyendo los representantes de los Obispos ausentes. Ningún Concilio previo podía ufanarse de tan gran número de Obispos reunidos, ya que apenas si igualaban y rara vez sobrepasaban ese número. El Concilio sin embargo, no fue representativo de los países de donde llegaron muchos Obispos. Aparte de los delegados papales, y de dos Obispos de África, prácticamente todos los Obispos pertenecían a la Iglesia Oriental. Ésta, sin embargo, estuvo bien representada; las dos grandes enviaron sus contingentes las prefecturas o divisiones civiles, de Oriente y de Iliria, comprendiendo Egipto, el Oriente (incluyendo Palestina). Los más prominentes entre los Obispos de Oriente fueron Anatolio de Constantinopla, Máximo de Antioquía, Dioscoros de Alejandría, Juvenal de Jerusalem, Talasio de Cesarea en Capadocia, Esteban de Éfeso, Quintilo de Heraclea, y Pedro de Corinto. El honor de presidir esta Venerable asamblea recayó sobre Pascasio, Obispo de Lilybeum, el primero de los delegados papales, de acuerdo con la intención de León I, manifestada en su carta al emperador Marciano (Junio 24 del 451). Un poco después del Concilio, escribiendo a los Obispos de la Galia, menciona que sus legados presidieron en su lugar en el sínodo de Oriente. Adicionalmente, proclamó la apertura del Concilio en el nombre y en lugar del Papa León I. Los miembros del sínodo reconocieron esta prerrogativa de los delegados papales, cuando escribiendo al Papa, declaraban que él los presidía a través de sus representantes. En interés del orden y para mantener un procedimiento regular, el emperador Marciano señaló a unas personas de alto rango, como comisionados, a quienes se les otorgó lugares de honor en el Concilio. Su jurisdicción, sin embargo, no cubría las materias eclesiásticas o religiosas que estaban en discusión. Los comisionados sólo establecían el orden de los temas en las sesiones; abrían las discusiones, ponían en consideración de la asamblea las materias que debían discutirse, solicitaban los votos de los Obispos sobre varios aspectos, y cerraban las sesiones. Además de éstos, estuvieron presente varios miembros del Senado, quienes compartieron el lugar de honor con los comisionados imperiales.
Desde el principio de la primera sesión, los delegados papales, en cabeza de Pascasio, protestaron en contra de la presencia de Dióscoros de Alejandría. Se favoreció una acusación formal por herejía y acciones injustas cometidas en el Concilio de Éfeso llamado del Robo por parte de Eusebio de Doryleum, y por sugerencia de los comisionados imperiales, fue removido de su silla de entre los Obispos y privado del voto. Para hacer una investigación completa de su caso, se leyeron las Actas completas del Concilio del Robo, con las del sínodo sostenido en el 448 por Flaviano de Constantinopla, lo que ocupó la primer sesión en su totalidad. Al final, los comisionados imperiales declararon que puesto que Flaviano de Constantinopla y otros Obispos habían sido depuestos injustamente por el Concilio del Robo, debería ser justo que Dioscóros y los líderes de ese sínodo debían sufrir, ahora, ese mismo castigo. Un cierto número de los Obispos estuvo de acuerdo, pero finalmente se declararon satisfechos con la deposición única de Dióscoros.
La segunda sesión (Octubre 10) estuvo ocupada con la lectura de los testimonios relacionados con asuntos de fe, especialmente aquellos bajo discusión. Entre ellos estaba los símbolos o credos de los concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381); las dos cartas de San Cirilo de Alejandría, la segunda carta a Nestorio y la carta escrita a los Obispos de Antioquía en 433, después de su reconciliación con ellos; finalmente se leyó la epístola dogmática del Papa León I. Todos estos documentos fueron aprobados por el Concilio. Cuando la famosa epístola del Papa fue leída, los miembros del Concilio manifestaron que la fe contenida en ella, era la fe de los Padres y de los Apóstoles; que a través de León, había hablado Pedro.
La tercer sesión tuvo lugar el 13 de Octubre; los comisionados imperiales y cierto número de Obispos estaban ausentes. Eusebio de Doryleum presentó una nueva acusación en contra de Dióscoros de Alejandría, en la que los cargos de herejía e injusticia, cometidos durante el Concilio del Robo se repitieron de nuevo. Tres eclesiásticos y un laico de Alejandría, presentaron igualmente acusaciones en contra del Obispo, quien fue declarado culpable de muchos cargos de injusticia y conducta impropia. Al final de la sesión, los delegados papales declararon que Dióscoros debía ser privado de su cargo de Obispo y de todas las dignidades eclesiásticas por haber apoyado al herético Eutiques, por haber excomulgado al Papa León I y por haberse rehusado en responder a los cargos hechos en contra de él. Todos los miembros presentes estuvieron de acuerdo con esta proposición, y el decreto de deposición fue dado a conocer al mismo Dióscoros, a los eclesiásticos Alejandrinos que estaban con él en Calcedonia, a los emperadores Marciano y Valentiniano III, y a la Emperatriz Pulqueria.
La cuarta sesión que tuvo dos reuniones, se sostuvo entre el 17 y 20 de Octubre. Los Obispos de nuevo aprobaron la epístola dogmática del Papa León I a petición de los comisionados imperiales; los anteriores simpatizantes de Dióscoros en el Concilio del Robo, Juvenal de Jerusalem, Talasio de Cesarea en Capadocia, Eusebio de Ancyra, Eustacio de Berytus y Basil de Seleucia en Sicilia, fueron perdonados y admitidos a las sesiones; se hizo una investigación sobre la ortodoxia de varios Obispos de Egipto, los mismo que sobre los monjes y archimandritas sospechosos de ser seguidores de Eutiques; finalmente una disputa, entre Focio de Tiro y Eustacio de Berytus, acerca de la extensión territorial de sus respectivas jurisdicciones fue resuelta.
La más importante de todas fue la quinta sesión, ocurrida el 22 de Octubre; en ella los Obispos publicaron un decreto referente a la fe cristiana, que debía considerarse como un decreto dogmático específico del Cuarto Concilio General. Se designó una comisión especial, compuesta por los delegados papales, Anatolio de Constantinopla, Máximo de Antioquía, Juvenal de Jerusalén y otras personas, para redactar el credo o símbolo. Después, de nuevo aprobaron los decretos y símbolos del Concilio de Nicea (325), Constantinopla (381) y Éfeso (431), también como las enseñanzas de San Cirilo en contra de Nestorio y la epístola dogmática del Papa León I; el documento dice:
Enseñamos... a uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor, el único engendrado, conocido en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación.
Después de recitar los decretos, todos los Obispos declararon que tal era la verdadera fe, y que todos debían inmediatamente colocar sus nombres en él. Los comisionados imperiales comunicaron que debían comunicar al emperador el decreto aprobado por los Obispos.
La sexta sesión (Octubre 25) se celebró con una especial solemnidad; Marciano y Pulqueria estaban presentes y muy atentos, con todos los comisionados imperiales y el Senado. El emperador habló en forma especial; los decretos de fe de la sesión precedente fueron leídos de nuevo y aprobados por él. Con alegres aclamaciones al emperador y la Emperatriz, que fueron comparados con Constantino y Helena, concluyeron las reuniones.
Se llegó al objeto del Concilio en la sexta sesión, y solo materias secundarias fueron tratadas en las siguientes sesiones; de ellas, la séptima y la octava se celebraron el 26 de Octubre.
En la séptima sesión se aprobó un acuerdo entre Máximo de Antioquía y Juvenal de Jerusalén, de acuerdo al cual, el territorio del Patriarcado de Jerusalén se restringió a tres provincias en Palestina.
En la octava sesión, Teodoreto de Ciro, anteriormente un simpatizante de Nestorio, fue compelido a condenar el nombre de su amigo, bajo coerción de expulsión del Concilio. Fue luego reinstalado en obispado.
Las sesiones novena y décima (27 y 28 de Octubre) se ocuparon del caso de Ibas, Obispo de Edesa, quien había sido depuesto por las acusaciones de algunos de sus eclesiásticos. La acusación fue infundada e Ibas fue reinstalado en su cargo. Se tomó una decisión para que Máximo de Antioquía pagase una pensión a su depuesto predecesor, Donato.
Las sesiones décimo primera y décimo segunda (29 y 30 de Octubre) analizaron el conflicto entre Bassiano y Esteban, ambos elevados en forma sucesiva pero irregular a la sede de Éfeso. El Concilio declaró que debía escogerse un nuevo Obispo para esa ciudad, reteniendo los dos anteriores su dignidad episcopal, con una pensión tomada de los ingresos de la iglesia de Éfeso.
La decimotercera sesión (30 de Octubre) decidió sobre un conflicto de jurisdicción. Eunomio de Nicomedia y Anastasio de Nicea, reclamaban derechos metropolitanos, al menos para una parte de Bitinia. El Concilio decretó que en una provincia solo podría haber un Obispo metropolitano, decidiendo la disputa a favor del Obispo de Nicomedia.
La décimacuarta sesión (31 de Octubre) decidió sobre las rivalidades de Sabiniano y Atanasio por la obispado de Perrha en Siria. Sabiniano había sido escogido en lugar de Atanasio, depuesto por el sínodo de Antioquía en el 455; posteriormente Atanasio fue reinstalado por el Concilio de Éfeso, del Robo. El Concilio decretó que debían hacerse investigaciones adicionales sobre los cargos contra Atanasio; Sabiniano mantenía la sede en el interregno. Si los cargos eran falsos, Atanasio debía ser reinstalado y Sabiniano recibiría una pensión de la diócesis. En la misma sesión se leyó una carta del Papa León I, y el Concilio aprobó las decisiones a favor de Máximo de Antioquía en su conflicto con Juvenal de Jerusalem, y su obligación de proveer con alimentos a su predecesor Domnus.
En la decimoquinta sesión (31 de Octubre), el Concilio adoptó y aprobó veintiocho cánones disciplinarios. Los delegados papales, sin embargo, también como los comisionados imperiales, abandonaron la sesión al principio, previendo probablemente, que debía definirse primero la posición jerárquica del Obispo de Constantinopla, como realmente ocurrió en el canon 28.
1. Aprobó los cánones que provinieron de los sínodos anteriores
2. Determinó castigos severos en contra de quienes confirieran órdenes o posiciones eclesiásticas por dinero, o recibieran tales órdenes o posiciones con ese mismo motivo, y actuaran como intermediarios en tales transacciones
3. El tercero prohibió el tráfico seglar a todos los eclesiásticos, excepto en el interés de menores, huérfanos, y otras personas necesitadas
4. Prohibió la erección de un monasterio u oratorio sin el permiso del propio Obispo, recomendando a los monjes una vida de retiro, mortificación y oración, y prohibiendo el recibo de esclavos sin el permiso del Superior
5. Inculcó los cánones de los sínodos precedentes, referentes al traslado de Obispos y clérigos de una ciudad a otra
6. Recomendó que nadie debía ser ordenado, a menos que fuese asignado a un oficio eclesiástico. Aquellos que fuesen ordenados en contrario a esta providencia, no debían ejercer dicho oficio
7. Prohibió a los eclesiásticos desempeñarse en el arte militar o en un servicio seglar
8. Decretó que los clérigos de las casas de caridad, monasterios, u oratorios de mártires, debían sujetarse al Obispo de su territorio
9. Ordenó que los eclesiásticos debían conducir sus asuntos legales sólo ante el Obispo, el sínodo de la provincia, el Exarca o el Obispo de Constantinopla
10. Prohibió a los eclesiásticos registrarse en las iglesias de diferentes lugares
11. Ordenó que los pobres y necesitados, cuando viajasen, debían estar provistos de cartas de recomendación de las iglesias
12. Prohibió a los Obispos obtener de los emperadores el título de metropolitano en perjuicio del verdadero metropolitano de esa provincia
13. Prohibió a los clérigos extranjeros ejercer su oficio a menos que tuviesen cartas de recomendación de su respectivo Obispo
14. Prohibió a los clérigos menores casarse con mujeres heréticas o entregar a sus hijos en matrimonio a herejes
15. Ordenó que ninguna diaconisa se ordenase por debajo de los cuarenta años, y que a ninguna de ellas se le permitiese abandonar ese cargo y casarse
16. Prohibió el matrimonio de vírgenes o monjes consagrados a Dios
17. Ordenó que las parroquias en los distritos rurales debían permanecer bajo la jurisdicciones de sus respectivos Obispos; pero si una nueva ciudad fuese construida por el emperador, su organización eclesiástica debía determinarse por el Estado
18. Prohibió las organizaciones secretas en la Iglesia, principalmente entre clérigos y monjes Ordenó que los Obispos de una provincia debían reunirse dos veces al año en un sínodo regular
19. Prohibió de nuevo la transferencia de un eclesiástico de una ciudad a otra, excepto en el caso de necesidad grave
20. Ordenó que las reclamaciones en contra de los Obispos o clérigos solo debían oírse luego de una investigación sobre el carácter del acusador Prohibió a los eclesiásticos apropiarse de los bienes de un Obispo muerto
21. Prohibió a los clérigos y monjes vivir temporalmente en Constantinopla sin que mediase el permiso de su Obispo
22. Ordenó que los monasterios, una vez establecidos, siempre con una propiedad adecuada, no debían convertirse a otros propósitos
23. Ordenó que el metropolitano debía ordenar los Obispos de su provincia dentro de los tres meses posteriores a su elección
24. Ordenó que la propiedad eclesiástica no debía administrarse únicamente por el Obispo, sino por un procurador especial
25. Decretó severas penas en contra del rapto de mujeres
26. Ratificó el tercer canon del Concilio de Constantinopla (381), y decretó que puesto que la ciudad de Constantinopla fue honrada con el privilegio de tener al emperador y el Senado dentro de ella, su Obispo también debía tener prerrogativas especiales y ser el segundo en rango, después del Obispo de Roma. En consecuencia él debía consagrar los tres Obispos de las diócesis del Ponto, Asia y Capadocia
Este último canon provocó otra sesión del Concilio, la decimosexta, el 1 de Noviembre. Los delegados papales protestaron en contra de este canon, alegando que tenían instrucciones especiales del Papa León I en ese aspecto; que el canon violaba las prerrogativas de los Patriarcas de Alejandría, Antioquía y Jerusalem, y era contrario a los cánones (VI y VII) del Concilio de Nicea. Sus protestas, sin embargo, no fueron escuchadas, y el Concilio persistió en mantener este canon en sus Actas. Con este incidente se cerró el Concilio de Calcedonia.
Al cierre de las sesiones, el Concilio escribió una carta al Papa León I, en la que los Padres le informaron de lo que se había hecho, y le agradecieron la exposición de Fe Cristiana contenida en su epístola dogmática; hablaron de los delegados como si ellos hubiesen presidido en su nombre, y le solicitaron la ratificación de las materias disciplinarias aprobadas, particularmente el canon 28. Esta carta fue enviada a los delegados papales, quienes partieron pronto a Roma, después de la última sesión del Concilio. Cartas similares se escribieron al Papa León en Diciembre, por el emperador Marciano y Anatolio de Constantinopla. En respuesta, el Papa León protestó vivamente en contra del canon 28 y lo declaró nulo ya que estaba en contra de las prerrogativas de los Obispos de Antioquía y Alejandría, y en contra de los decretos del Concilio de Nicea. Igualmente, las protestas estaban contenidas en las cartas escritas el 22 de Mayo al Emperador Marciano, la Emperatriz Pulqueria, y Anatolio de Constantinopla. Por otra parte, el Papa ratificó las Actas del Concilio de Calcedonia, pero solo en lo que se refería a materias de fe. Esta aprobación está contenida en las cartas escritas el 21 de Marzo, del 453, a los Obispos que tomaron parte en el Concilio; por esta razón, el Concilio de Calcedonia, al menos para las primeras seis sesiones, llegó a ser un sínodo ecuménico, y fue considerado como tal por todos los cristianos, tanto en el tiempo del Papa León como después de Él. El Emperador Marciano emitió varios edictos (7 de Febrero, 13 de Marzo, y 28 de Julio del 452), en los cuales aprobó los decretos del Concilio de Calcedonia, prohibiendo todo tipo de discusión sobre cuestiones de fe, prohibiéndoles a los seguidores de Eutiques a tener sacerdotes de su corriente, a vivir en monasterios, a mantener reuniones, a heredar, a testar cualquier cosa a sus seguidores, o unirse al ejército. Los clérigos seguidores de Eutiques, hasta esta fecha ortodoxos, y los monjes de sus monasterios, debían de ser expulsados del territorio romano, tanto como donde estuvieran los maniqueístas. Los escritos de Eutiques debían de ser quemados, sus autores, o aquellos quienes los difundían, debían de ser castigados con confiscaciones y destierros. Finalmente Eutiques y Dioscoros fueron desterrados. El primero murió poco después, mientras que el último vivió hasta el año 454 en Gangra, Paflagonia.
El Concilio de Calcedonia con su definición dogmática, no puso fin a la controversia sobre las naturalezas de Cristo (Bardenhewer, Patrologie, 2nd ed., 321-22). En Palestina, Siria, Armenia, Egipto y otros países, muchos monjes y eclesiásticos rehusaron aceptar las definiciones de Calcedonia, y hasta nuestros días se encuentran Monofisistas. (Ver Dioscoros, Jacobitas, Eutiquianismo, Monofisita)
FRANCIS J. SCHAEFER Transcrito Sean Hyland Traducido por Hugo Barona Becerra
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