Miguel Pérez Pirela presentó este fin de semana en la Feria Internacional del Libro de Quito la obra "Cuentos del arañero". Aquí nos trae los análisis y sentimientos que surgieron de esa experiencia.
Ya sé por qué ganó Chávez el 7-O
Miguel Ángel Pérez Pirela
(Columna Cayendo y Corriendo)
Se me dio la oportunidad de presentar en la Feria Internacional del Libro de Quito (Ecuador) la obra "Cuentos del arañero" de Hugo Chávez. Se trata de una compilación realizada por los compañeros cubanos Orlando Oramas León y Jorge Legañoa Alonso, a quienes, por cierto, el pueblo venezolano estará infinitamente agradecido por habernos transcrito a "ese" Chávez.
Presentar dicha obra me obligó a ir más allá del punto de vista del mero lector, y adentrarme en las esquinas, pasadizos secretos y aguas turbias de este libro. No fue fácil el trabajo de compilación que hicieron los periodistas cubanos de más de trescientos "Aló, Presidente"para extraer aquellas anécdotas íntimas de un Chávez "humano, demasiado humano", como diría Nietzsche. Pero el resultado fue un "capo lavoro" del realismo mágico. Sí, leyeron bien: realismo mágico.
No exagero yo al tildar este libro de realista mágico. Es más, hablaría de un realismo mágico del siglo XXI, en el cual ya el autor no escribe sobre lo mágico de la realidad, sino que se transcribe lo mágico de la oralidad de un pueblo, a través, en este caso, de los cuentos de un niño arañero.
No fue pues desde el silencio de un escritorio que surgió esta obra literaria, sino más bien desde el bullicio de muchos “Aló, Presidente”. Desde la conversación de un líder con su pueblo, al lado de un río, frente al Mar Caribe o, acaso, al calor de una obra de infraestructura en cualquier rincón de la Patria.
Este libro no es otra cosa que la radiografía sentimental de Hugo. Un venezolano que, en sí mismo, refleja la identidad de todos nosotros: nuestras vicisitudes, frustraciones, anhelos, amores, chistes y contradicciones. He aquí acaso el aspecto más bello de esta obra: nos hace entender a los venezolanos, y a los latinoamericanos en general, que ahora nuestros líderes se parecen a nuestros pueblos.
Muchas de nuestras repúblicas ya no tienen sólo jefes de estados, sino líderes populares cuya identidad, sentimientos y sueños se confunden con los de sus pueblos. Chávez, Evo, Lula, Correa, no son otra cosa que personajes populares que bien hubieran podido estar reflejados en Cien años de soledad, La casa verde o algún cuento de Cortázar. Evidentemente, no en cuanto presidentes, sino en cuanto líderes campesinos, obreros, estudiantiles y soldados de la Patria.
Si alguien quiere saber las razones politológicas del triunfo de Chávez el 7-O, yo le contestaría, más bien, con razones sentimentales, del corazón: hay que leer Cuentos del arañero para entender las razones íntimas que hacen de Chávez un venezolano modélico, que tiene décadas conversando, haciéndole "el cebo" a todo un pueblo: reflejándose en un pueblo que, a su vez, se refleja también en el Huguito que vendía arañas, que se fue a la Academia para ser Grandes Ligas, que salió de los cuarteles a golpear la oligarquía el 4-F y que, incluso, prometió luchar hasta contra la muerte misma para seguir bregando con todo un pueblo.
Como decía Pascal: "El corazón tiene razones que la razón misma no entiende". La fría razón nórdica, cartesiana, cuadriculada, difícilmente entenderá al arañero de Sabaneta y su relación amorosa con un pueblo que, después de catorce años de gobierno, lo hace ganar democráticamente por doce puntos.
Como Chávez mismo expresa en su libro, citando al Gabo: "la escritura revela lo real". Vaya si en este libro se revela lo real de Hugo Chávez y su pueblo. Con El Principito digo pues: "Lo real es invisible a los ojos". Si se lee este libro, no con la mente, sino con el corazón venezolano, entenderemos mucho más del huracán que nos ha traído hasta aquí.
Fidel dice de Chávez que él "rellena" cuando echa sus cuentos, que exagera. Estoy seguro que Fidel sabe bien que, no sólo Chávez exagera, sino, con él, todos los Latinoamericanos. No fue acaso una exageración el asalto al Cuartel Moncada, la lucha guerrillera boliviana de El Che, la resistencia en el Palacio de la Moneda de Allende, o la quijotada de Chávez el 4-F.
Sin la exageración de un pueblo que con Chávez habla de un caimán de casi 50 metros o de una tragavenado "gruesa como un caucho de carro", quizás no hubiesen surgido revoluciones reales-mágicas como las que en este momento resisten a los gigantes cocodrilos y culebras del neoliberalismo mundial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios