Por: Farith Fraija
¿Qué entendemos por ética política?
Al hablar de ese esquivo tema, se hace ineludible precisar cómo lo vamos a comprender. Sin ánimos de recurrir a Aristóteles y sus exegetas, podemos decir que la ética política son el conjunto de valores que determinan el cómo se accede, se mantiene y se ejerce el poder. No hay ética mala o buena, sino respetuosa o no con los valores que rigen las relaciones sociales. Y los códigos éticos no son estáticos en el tiempo, por el contrario son dinámicos y cambiantes. Por ejemplo, durante gran parte del siglo XIX era muy bien visto el que se tuviera esclavos, pero actualmente sabemos que una situación similar puede acarrear sanciones legales y morales.
Puede ser bueno en algunos países recurrir a la empresa privada para financiar una campaña electoral, mientras en otros una ayuda del sector empresarial, puede verse como una falta sancionable. Pero sin duda es importante para mantener códigos socializados de ética política, comprender que vivimos en un Estado de Derechos, o sea, nuestras relaciones sociales deben regirse por los parámetros que establecen la Constitución y las leyes.
Actualmente hay una relación peligrosa entre corrupción y ética política. Peligrosa, pues nuestra sociedad ha empezado a legitimar las prácticas corruptas como algo que no afecta la ética de un funcionario público. Incluso hay quienes señalan de tontos o pendejos aquellos que no aprovechan el chance de echarle el guante a los recursos públicos, cuando tienen la oportunidad de hacerlo. Lo cierto es que nos hemos acostumbrados a que nuestro vecino, nuestro colega, nuestro amigo, ese que vivía en una situación modesta, luego que fue designado en algún cargo, o ganó alguna elección, se hace rico de la noche a la mañana, cambiando estilo de vida y patrones de consumo.
Y el grave peligro se agudiza, cuando el Estado se ve impotente ante una avalancha de corrupción, y se vuelve un cómplice de la situación. Y no podemos solo ver el sector público, aunque es justo donde quiero poner mayor atención, pues en el sector privado la situación tiende a agudizarse. Como muestra veamos lo que sucede en los concesionarios de vehículos, donde quienes se encargan de vender cobran comisiones millonarias para que los vehículos le sean asignados.
En lo público, pues todo es mucho más peligroso, pues se trata de un mandato popular, por delegación directa o indirecta. El cómo se accede al poder, se pasea por la intriga, la calumnia, la guerra sucia y las descalificaciones, pues obviamente es un camino mucho más fácil que la acción política consciente, el debate y contraposición de ideas y la experiencia acumulada. Y no es algo nuevo, pues el propio Machiavelli en su obra “El Príncipe” hace una radiografía del cómo acceder y por supuesto del cómo mantenerse. Las prebendas, el engaño y la acción sesgada desde lo electoral, son valoradas como mucho más atractivo que una gestión eficiente y dirigida a esquemas donde la voluntad de la mayoría organizada sea considerada vinculante. Hay algunos que llevan más de 20 años gobernado con fórmulas políticas alejadas a los dos factores señalados.
Y el otro aspecto es el ejercicio del poder. Cuando los ciudadanos y ciudadanas entendamos que un mandatario es un empleado de la colectividad, vamos a comprender en quién realmente radica el poder. No corresponde a la ética política gobernar sin y a espaldas del pueblo. Esa consigna de mandar obedeciendo hay que traducirla en hechos concretos, y así debe ser exigido.
EN RÁFAGA
LA EXTRAÑA ETICA DE CAPRILES
El gobernador-candidato de Miranda, tiene una extraña forma de variar sus criterios éticos de acuerdo al momento político. Ahora resulta que Mardo y Marcano deben ser defendidos, pues se está mancillando el honor de los pjotistas y del propio partido. Pero resulta que unos meses atrás salió raudo y veloz a sancionar y repudiar lo hecho por Juan C. Caldera. No entiendo. Al parecer el asunto es la forma de pago, pues se repudia al que se lo dieron en efectivo, y defiende a los que se lo dieron en cheque.
¿A QUIÈN SE LE TIRA PIEDRAS?
El ataque preventivo es aquel que se realiza contra aquello o aquel que representa un peligro, y ese ataque es por temor. A veces tememos a lo irreversible, a lo indetenible, sobre todo cuando es impulsado por la fuerza de la razón y la pasión, y las pretenciones de frenarlo, en gran medida lo que se logra es avivarlo y acelerarlo. El uso indiscriminado de la guerra sucia, la intriga, el chisme, la desinformación, son prácticas políticas que deben ser consideradas como extraordinarias y tendientes a disminuir, no como parte de la cotidianidad, y prácticamente una regla. Hacer el juego sucio al contrario, sencillamente es una forma de demostrar un altísimo grado de incapacidad de confrontación de altura, de alto nivel y conciencia. ¡Pero persiste aún en la cultura política! Se dice que solo se tiran piedras al árbol cargado de frutos.
Fuente: Blog Farith Fraija
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios