viernes, 22 de febrero de 2013

¿Quién se atreve a juzgar?


Ocurrió una vez que en un pueblo murió de vejez el juez. Como tardaba en llegar el sustituto y los casos se acumulaban, los ciudadanos decidieron nombrar en el puesto interino a un convecino suyo a quien todos respetaban por su sabiduría y sentido de la justicia.

Al día siguiente le llegó el momento de presidir un juicio. Empezó hablando el fiscal, que, de un modo brillante y elocuente, convenció a todos los presentes sobre la culpabilidad del reo.

-¡Tiene razón el fiscal! -exclamó el improvisado juez.

-Señoría, aún debe oír al abogado -le recordó el secretario del juzgado.

Tomó entonces la palabra el abogado, que, en brillantísima exposición, también convenció a los presentes sobre la inocencia de su defendido.

-También tiene razón el abogado -dijo el Juez.

-¡Pero señoría! -volvió a intervenir el secretario-. ¡No es posible que tengan razón los dos!

-¡EI secretario tiene razón también! - Dicho lo cual, el juez dio por terminado el juicio.


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