El Brasil, los espléndidos
yacimientos de hierro del valle de Paraopeda derribaron dos presidentes, Janio
Quadros y Jaöa Goulart antes de que el
mariscal Castelo Branco, que asaltó el poder en 1964, los cediera amablemente a
la Hanna Mining
Co.
Otro amigo anterior del embajador
de los Estados Unidos, el presidente Eurico Dutra (1946-51), había concedido a la Bethlhem Steel ,
algunos años antes, los cuarenta millones de toneladas de manganeso del estado
de Amapá, uno de los mayores yacimientos
del mundo, a cambio de un cuatro por ciento para el Estado sobre los ingresos
de exportación; desde entonces, la
Bethlehem está mudando las montañas a los Estados Unidos con
tal entusiasmo que se teme que de aquí a quince años Brasil quede sin
suficiente manganeso para abastecer su propia siderurgia. Por lo demás de cada
cien dólares que la
Berthlehem invierte en la extracción de minerales, ochenta y
ocho corresponden a una gentileza del gobierno brasileño: las exoneraciones de
impuestos en nombre del «desarrollo de la región».
La experiencia del oro perdido de
Minas Gerais - «oro blanco, oro negro, oro podrido», escribió el poeta Manuel
Bandeira- no ha servido, como se ve, para nada: Brasil continúa despojándose
gratis de sus fuentes naturales de desarrollo[1].
Por su parte, le dictador René Barrientos se apoderó de Bolivia en 1964 y,
entre matanza y matanza de mineros, otorgó a la firma Philips Brothers la
concesión de la mina Matilde, que contienen plomo, plata y grandes yacimientos
de cinc con una ley doce veces más alta que la de las minas norteamericanas. La
empresa quedó autorizada a llevarse el cinc en bruto, para elaborarlo en sus
refinerías extranjeras, pagando al Estado nada menos que el uno y medio por
ciento del valor de venta del mineral. En Perú, en 1968, se perdió
misteriosamente la página número once del convenio que el presidente Balaúnde
Terry había firmado a los pies de una filial de la Standart Oil , y el
general Velasco Alvarado derrocó al presidente, tomó las riendas del país y
nacionalizó los pozos y la refinería de la empresa. En Venezuela, el gran lago de petróleo de la Standard Oil y la Gulf , tiene su asiento la
mayor misión militar norteamericana de América Latina. Los frecuentes golpes de
Estado de Argentina estallan antes o después de cada licitación petrolera. El
cobre no era en modo alguno ajeno a la desproporcionada ayuda militar que Chile
recibía del Pentágono hasta el triunfo electoral de las fuerzas de izquierda
encabezadas por Salvador Allende; las reservas norteamericanas de cobre habían
caído en más de un sesenta por ciento entre 1965 y 1969. En 1964, en su
despacho de La Habana ,
el Che Guevara me enseñó que la
Cuba de Batista no era sólo de azúcar: los grandes
yacimientos cubanos de níquel y de manganeso explicaban mejor, a su juicio, la
furia ciega del Imperio contra la revolución. Desde aquella conversación, las
reservas de níquel de los Estados Unidos se redujeron a la tercera parte: la
empresa norteamericana Nicro Nickel había sido nacionalizada y el presidente
Jhonson, había amenazado a los metalúrgicos franceses con embargar sus envíos a
los Estados Unidos si comparaban el mineral a Cuba.
Los minerales tuvieron mucho que
ver con la caída del gobierno del socialista Cheddi Jagan, que a fines de 1964
había obtenido nuevamente la mayoría de los votos en lo que entonces era la Guayana británica. El país
que hoy se llama Guyana es el cuarto productor mundial de bauxita y figura en
el tercer lugar entre los productores latinoamericanos de manganeso. La CIA desempeñó un papel decisivo
en la derrota de Jagan. Arnold Zander, el máximo dirigente de la huelga que
sirvió de provocación y pretexto para negar con trampas la victoria electoral
de Jagan, admitió públicamente, tiempo después, que su sindicato había recibido
una lluvia de dólares de una de las fundaciones de la Agencia Central de
Inteligencia de los Estados Unidos. El nuevo régimen garantizó que no correrían
peligro los intereses de la Aluminium Company of América en Guyana: la
empresa podría seguir llevándose, sin sobresaltos, la bauxita, y vendiéndosela
a sí misma al mismo precio de 1938, aunque desde entonces se hubiera
multiplicado el precio del aluminio[2].
El negocio ya no corría peligro. La bauxita de Arkansas vale el doble que la
bauxita de Guyana. Los Estados Unidos disponen de muy poca bauxita en su
territorio; utilizando materia prima ajena y muy barata, producen, en cambio,
casi la mitad del aluminio que se elabora en el mundo.
Para abastecerse de la mayor parte
de los minerales estratégicos que se consideraban de valor crítico para su
potencial de guerra, los Estados Unidos dependen de las fuentes extranjeras.
«otro de retropropulsión, la turbina de gas y los reactores nucleares tienen
hoy una enorme influencia sobre la demanda de materiales que sólo pueden ser
obtenidos en el exterior», dice Magdolf en este sentido. La imperiosa necesidad
de minerales estratégicos, imprescindibles para salvaguardar el poder militar y
atómico de los Estados Unidos, aparece claramente vinculada a la compra masiva
de tierras, por medios generalmente fraudulentos, en la Amazonia brasileña. En la
década del '60, numerosas empresas norteamericanas, conducidas de la mano por
aventureros y contrabandistas profesionales, se abatieron en un rush
febril sobre esta selva gigantesca.
Previamente, en virtud del acuerdo
firmado en 1964, los aviones de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos habían
sobrevolado y fotografiado toda la región. Habían utilizado equipos de
cintilómetros para detectar los yacimientos de minerales radiactivos por la
emisión de ondas de luz de intensidad variable, electromagnetómetros para
radiografiar el subsuelo rico en minerales no ferrosos y magnetómetros para
descubrir y medir el hierro. Los informes y las fotografías obtenidas en el
relevamiento de la extensión y la profundidad de las riquezas secretas de la Amazonia fueron puestos
en manos de las empresas privadas interesadas en el asunto, gracias a los
buenos servicios de Geological Survey del gobierno de los Estados
Unidos. En la inmensa región se comprobó la existencia de oro, plata,
diamantes, gipsita, hematita, magnetita, tantalio, titanio, torio, uranio,
cuarzo, cobre, manganeso, plomo, sulfatos, potasios, bauxita, cinc, zirconio,
cromo y mercurio. Tanto se abre el cielo desde la jungla virgen de Matto Grosso
hasta las llanuras del sur de Goiás que, según deliraba la revista Times
en su última edición latinoamericana de 1967, se puede ver al mismo tiempo el
sol brillante y media docena de relámpagos de tormentas distintas. El gobierno
había ofrecido exoneraciones de impuestos y otras seducciones para colonizar
los espacios vírgenes de este universo mágico y salvaje. Según Times,
los capitalistas extranjeros habían comprado, antes de 1967, a siete centavos
el acre, una superficie mayor que la que suman los territorios de Connecticut,
Rhode, Delaware, Massachussets y New Hampshire. «Debemos mantener las puertas
bien abiertas a la inversión extranjera –decía el director de la agencia
gubernamental para el desarrollo de la Amazonia-, porque
necesitamos más de lo que podemos obtener». Para justificar el
relevamiento aerofotogramétrico por parte de la aviación norteamericana, el
gobierno había declarado, antes, que carecía de recursos. En América latina es
lo normal: siempre se entregan los recursos en nombre de la falta de recursos.
El Congreso brasileño pudo
realizar una investigación que culminó con un voluminoso informe sobre el tema.
En él se enumeran casos de venta o usurpación de tierras por veinte millones de
hectáreas, extendidas de manera tan curiosa que, según la comisión
investigadora, «forman un cordón para aislar la Amazonia del resto de
Brasil». La «explotación clandestina de minerales muy valioso» figura en el
informe como uno de los principales motivos de la avidez norteamericana por
abrir una nueva frontera dentro de Brasil. El testimonio del gabinete
del Ministerio del Ejército, recogido en el informe, hace hincapié en «el
interés del propio gobierno norteamericano en mantener, bajo su control, una
vasta extensión de tierras para su utilización ulterior, sea para la
explotación de minerales, particularmente los radiactivos, sea como base de una
colonización dirigida». El Consejo de Seguridad Nacional afirma: «Causa
sospecha el hecho de que las áreas ocupadas, o en vías de ocupación, o por
elementos extranjeros, coincidan con regiones que están siendo sometidas a
campañas de esterilización de mujeres brasileñas por extranjeros». En efecto,
según el diario Correio da Manha, «más de veinte misiones religiosas
extranjeras, principalmente las de la iglesia protestante de Estados Unidos,
están ocupando la Amazonia ,
localizándose en los puntos más ricos en minerales radiactivos, oro y
diamantes... Difunden en gran escala diversos anticonceptivos, como el
dispositivo intrauterino, y enseñan inglés a los indios catequizados... Sus
áreas están cercadas por elementos armados y nadie puede penetrar en ellas. No
está de más advertir que la
Amazonia es la zona de mayor extensión entre todos los
desiertos del planeta habitables por el hombre. El control de la natalidad
se puso en práctica en este grandioso espacio vacío, para evitar la competencia
demográfica de los muy escasos brasileños que, en remotos rincones de la selva
o de las planicies inmensas, viven y se reproducen.
Por su parte, el general
Riograndino Kruel afirmó, ante la comisión investigadora del Congreso, que «el
volumen de contrabando de materiales que contienen torio y uranio alcanza la
cifra astronómica de un millón de toneladas». Algún tiempo antes, en septiembre
de 1966, Kruel, jefe de la policía federal, había denunciado «la impertinente y
sistemática interferencia» de un cónsul de los Estados Unidos en el proceso
abierto contra cuatro ciudadanos norteamericanos acusados de contrabando de
minerales atómicos brasileños. A su juicio, que se les hubiera encontrado cuarenta
toneladas de mineral radiactivo era suficiente para condenarlos. Poco después,
tres de los contrabandistas se fugaron de Brasil misteriosamente. El
contrabando no era un fenómeno nuevo, aunque se había intensificado mucho.
Brasil pierde cada año más de cien millones de dólares, solamente por la
evasión clandestina de diamantes en bruto. Pero en realidad el contrabando sólo
se hace necesario en medida relativa. Las concesiones legales arrancan a Brasil
cómodamente sus más fabulosas riquezas naturales.
Por no citar más que otro ejemplo,
nueva cuenta de un largo collar, el mayor yacimiento de niobio del mundo, que
está en Araxá, pertenece a una filial de la Niobium Corporation ,
de Nueva York. Del niobio provienen varios metales que se utilizan, por su gran
resistencia a las temperaturas altas, para la construcción de reactores
nucleares, cohetes y naves espaciales, satélites o simples jets. La empresa
extrae también, de paso, junto con el niobio, buenas cantidades de tántalo,
torio, uranio, pirocloro y tierras raras de alta ley mineral.
Eduardo Galeano… extracto de “las venas
abiertas de América latina”
[1] El
gobierno de México advirtió a tiempo, en cambio, que el país, uno de los
principales exportadores mundiales de azufre, se estaba vaciando. La Texas Gulf Sulphur Co.
y la Pan American
Sulfur habían asegurado que las reservas con que todavía contaban sus
concesiones eran seis veces más abundantes de lo que eran en realidad, y el
gobierno resolvió, en 1965, limitar las ventas al exterior.
[2] Arthur
Davis, presidente de la
Aluminium Co. durante largo tiempo, murió en 1962 y dejó
trescientos millones de dólares en herencia a las fundaciones de caridad, con
la expresa condición de que no gastaran los fondos fuera del territorio de los
Estados Unidos. Ni siquiera por esta vía pudo Guyana rescatar aunque fuera una
parte de la riqueza que la empresa le ha arrebatado. (Philip Reno, Aluminium
Profits and Caribbean People, en Monthly Review, Nueva York, octubre
de 1963, y del mismo autor, El drama de la Guayana Británica.
Un pueblo desde la esclavitud a la lucha por el socialismo, en Monthly
Review, selecciones en castellano, Buenos Aires, enero-febrero de 1965).
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