Por: Lenin Cardozo |
Bolsas plásticas. La bolsa de basura finalmente llego al vertedero o relleno sanitario y los niños que allí trabajan, salen corriendo para atraparla y jugar un poco con ella, pateándola como si fuera una pelota de futbol, hasta que finalmente la rompen y ahí como si fuera una piñata de una fiesta infantil se abalanzan sobre ella y la escudriñan buscando algún tesoro oculto.
Rota la bolsa, el viento la arrastra y ya en pedazos es atrapada por la rama de uno de los pocos árboles que quedan alrededor del basurero. La fuerza del viento la va rajando hasta que se transforman en pequeñas tiras desprendiéndose y èstas van a parar a los terrenos adyacentes.
La lagartija muerta de hambre por la poca vegetación del área, ve la tira de plástico que desprende cierto resplandor cuando los rayos solares en ellas se reflejan y con cautela se acerca y en microsegundos la engulle. Al cabo de unos minutos siente las dolorosas convulsiones estomacales que le produce el plástico dentro de su cuerpo y moribunda comienza a temblar involuntariamente.
A lo lejos la descubre el gavilán Cari Cari y de un zarpazo la captura y como un gran plato gastronómico la degusta en la copa de un árbol cercano. Una hora después el gavilán, estremecido por el dolor estomacal se derrumba agonizante, la misma tira plástica que comió la lagartija le producía el daño.
Estrellado en la tierra, lo ronda el zamuro negro hasta que comienza su trabajo limpiador, con tan mala suerte para él que vuelve a su trato digestivo la tira de plástico que horas después también lo mata.
El zamuro es desintegrado por los bachacos rojos de la zona (hormigas grandes carnívoras) y al pulverizar a esta noble ave, liberan la tira del plástico, que nuevamente empujada por los vientos vuelve al terraplén o a algún rio, lago o mar, para continuar sus crímenes durante 100 años más.
Pesticidas y herbicidas. A unos kilómetros del relleno sanitario, están rociando un pesticida en granos para controlar las supuestas plagas que consumen el follaje que está destinado para pasto de vacas.
Un sapo atraído por las perlitas o cristales de veneno de un lenguazo atrapa un par de ellas y las traga. En escasos segundo entra en estado comático por envenenamiento y antes de fallecer la serpiente de sabana, esa que es de lomo salpicado de negro, verde y pardo y vientre amarillo, de una sola mordida lo atrapa y se da un banquete.
Igual, en minutos ya esta moribunda y comienza a estremecerse sin control. Dos aves zancudas que la divisan a lo lejos se avanzan sobre la víbora y al atraparla se pelean por el premio. El ave adulta se impone y se la lleva.
A las horas el veneno nuevamente hace lo suyo. El cuerpo rígido de la garza, comienza alimentar al zamuro afortunado y así una vez más el ciclo de muertes por envenenamiento continúa.
Perdigones de plomo. Muy cerca del zamural, un cazador furtivo dispara sus perdigones contra unas palometas a ver qué tan buena es su apuntaría, los cientos de perdigones de plomo que no alcanzan a ninguna de esas aves caen en cualquier parte.
Esta acción provoca una terrible contaminación por plomo (plumbismo) de esos espacios.
El plumbismo es el fenómeno de envenenamiento que se produce al ingerir las aves los perdigones de plomo que proceden de los cartuchos utilizados por los cazadores. Las aves los ingieren confundiéndolos con las piedrecitas que les ayudan a digerir el alimento. Estos perdigones quedan retenidos en la molleja del ave, que es el lugar donde se produce la molturación o trituración de la comida.
El plomo se desgasta o se disuelve en los jugos gástricos absorbiéndose una cierta cantidad por el organismo... a los pocos días aparecen los primeros síntomas, problemas digestivos y neuronales, que provocan diarreas y pérdida de equilibrio. Cientos de aves mueren en poco tiempo escondidas entre la vegetación. Luego los bachacos o zamuros como siempre hacen la limpieza liberando de los cuerpos a los perdigones asesinos, minutos o horas despues se reinicia nuevamente el ciclo de las muertes en serie.
Lenin Cardozo, escritor ambientalista venezolano
lenincardozoparra@gmail.com
Rota la bolsa, el viento la arrastra y ya en pedazos es atrapada por la rama de uno de los pocos árboles que quedan alrededor del basurero. La fuerza del viento la va rajando hasta que se transforman en pequeñas tiras desprendiéndose y èstas van a parar a los terrenos adyacentes.
La lagartija muerta de hambre por la poca vegetación del área, ve la tira de plástico que desprende cierto resplandor cuando los rayos solares en ellas se reflejan y con cautela se acerca y en microsegundos la engulle. Al cabo de unos minutos siente las dolorosas convulsiones estomacales que le produce el plástico dentro de su cuerpo y moribunda comienza a temblar involuntariamente.
A lo lejos la descubre el gavilán Cari Cari y de un zarpazo la captura y como un gran plato gastronómico la degusta en la copa de un árbol cercano. Una hora después el gavilán, estremecido por el dolor estomacal se derrumba agonizante, la misma tira plástica que comió la lagartija le producía el daño.
Estrellado en la tierra, lo ronda el zamuro negro hasta que comienza su trabajo limpiador, con tan mala suerte para él que vuelve a su trato digestivo la tira de plástico que horas después también lo mata.
El zamuro es desintegrado por los bachacos rojos de la zona (hormigas grandes carnívoras) y al pulverizar a esta noble ave, liberan la tira del plástico, que nuevamente empujada por los vientos vuelve al terraplén o a algún rio, lago o mar, para continuar sus crímenes durante 100 años más.
Pesticidas y herbicidas. A unos kilómetros del relleno sanitario, están rociando un pesticida en granos para controlar las supuestas plagas que consumen el follaje que está destinado para pasto de vacas.
Un sapo atraído por las perlitas o cristales de veneno de un lenguazo atrapa un par de ellas y las traga. En escasos segundo entra en estado comático por envenenamiento y antes de fallecer la serpiente de sabana, esa que es de lomo salpicado de negro, verde y pardo y vientre amarillo, de una sola mordida lo atrapa y se da un banquete.
Igual, en minutos ya esta moribunda y comienza a estremecerse sin control. Dos aves zancudas que la divisan a lo lejos se avanzan sobre la víbora y al atraparla se pelean por el premio. El ave adulta se impone y se la lleva.
A las horas el veneno nuevamente hace lo suyo. El cuerpo rígido de la garza, comienza alimentar al zamuro afortunado y así una vez más el ciclo de muertes por envenenamiento continúa.
Perdigones de plomo. Muy cerca del zamural, un cazador furtivo dispara sus perdigones contra unas palometas a ver qué tan buena es su apuntaría, los cientos de perdigones de plomo que no alcanzan a ninguna de esas aves caen en cualquier parte.
Esta acción provoca una terrible contaminación por plomo (plumbismo) de esos espacios.
El plumbismo es el fenómeno de envenenamiento que se produce al ingerir las aves los perdigones de plomo que proceden de los cartuchos utilizados por los cazadores. Las aves los ingieren confundiéndolos con las piedrecitas que les ayudan a digerir el alimento. Estos perdigones quedan retenidos en la molleja del ave, que es el lugar donde se produce la molturación o trituración de la comida.
El plomo se desgasta o se disuelve en los jugos gástricos absorbiéndose una cierta cantidad por el organismo... a los pocos días aparecen los primeros síntomas, problemas digestivos y neuronales, que provocan diarreas y pérdida de equilibrio. Cientos de aves mueren en poco tiempo escondidas entre la vegetación. Luego los bachacos o zamuros como siempre hacen la limpieza liberando de los cuerpos a los perdigones asesinos, minutos o horas despues se reinicia nuevamente el ciclo de las muertes en serie.
Lenin Cardozo, escritor ambientalista venezolano
lenincardozoparra@gmail.com
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