Los tenía locos con tantas palabras, ahora los tiene requetelocos con tanto silencio.
Que Chávez los tiene locos es una noticia vieja, un caliche, como se dice en el argot de los periodistas. Lo nuevo es el nivel de locura y la causa desencadenante: si antes los tenía locos con tantas palabras, ahora los tiene requetelocos con tanto silencio.Alguien lo resumió por ahí, en un texto tamaño Twitter: "Los que ayer exigían que Chávez se fuera a Cuba y se callara, hoy claman porque vuelva de Cuba y les eche el cuento del caimán patrullero".
Claro que muchos de esos comportamientos no son cosa de locura sino de cinismo extremo. Por ejemplo, los firmantes del decreto de Carmona que denuncian a Nicolás Maduro como "el usurpador" no necesitan recuperar la razón, sino la vergüenza. Padecen una enfermedad moral que no podría curar ni el mejor especialista en personalidades psicopáticas.
Hablemos más bien de la elevación del nivel de locura de la oposición como colectivo. Asumiendo que el antichavismo sigue siendo un organismo unificado, cuya cabeza es la Mesa de la Unidad Democrática, no hace falta ser psiquiatra para observar que esa mente no está controlando la totalidad de ese cuerpo. Mientras el "cerebro" se empeña en presentar a la oposición como defensora de salidas pacíficas, algunas de las patas (de la Mesa, entiéndase) muestran síntomas de agitación catatónica con marcada tendencia a la guarimba. Los ojos que parecen salirse de las órbitas y las venas del cuello hinchadas sirven para identificar a quienes sufren este trastorno de la voluntad ¿popular?
Un mal que sí parece haberse apoderado de mente y cuerpo opositores es la esquizofrenia paranoide anticubana. La manía persecutoria enfocada en los Castro y el G2 ataca por igual a los viejos socialcristianos -que han sido así desde chiquitos- y a tipos que hasta no hace nada eran de izquierda y andaban de paños y manteles con los jerarcas de la Revolución Cubana. En esta nueva oleada de demencia política, el trastorno delirante llega a tales extremos que en estos días un buen señor me juró por su madre que hasta para conseguir trabajo como obrero de mantenimiento en una alcaldía estaban exigiendo una recomendación del camarada Fidel.
El silencio del presidente ha agudizado las viejas manías de algunos líderes, en especial, los delirios de grandeza de ciertos loquitos que llaman a la desobediencia civil, el 350, la mamá de todas las marchas y el gran paro cívico nacional, todo ello desde su condición de "líderes" de partidos, movimientos y ONG cuya militancia cabe en un apartamento de tres habitaciones.
Como homenaje al gran Joselo -quien acaba de dejarnos en este valle de lágrimas y risas- podríamos diagnosticar el estado mental opositor con una frase suya: "Pa'mí que tú estás loco".
clodoher@yahoo.com
(El Universal)
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